El obispo de Villa de la Concepción del Río Cuarto, monseñor Adolfo Uriona FDP, aseguró que la celebración del bicentenario de la Declaración de la Independencia es un momento propicio para alentar un verdadero proceso de memoria reconciliadora, de acción de gracias comprometida con el bien común, y afrontar algunos desafíos que se presentan en el país.
El prelado hizo tres reflexiones breves en torno al jubileo de la patria en el marco de una celebración interreligiosa que presidió el miércoles 6 de julio en la catedral Inmaculada Concepción.
“El fundamento de un Jubileo es el reconocimiento del Dios trascendente que ha querido entrar en comunión con el hombre para otorgarle una vida plena”, subrayó.
“Queremos que las alegrías y tristezas, esperanzas y angustias del argentino de hoy sean compartidas, desde una actitud solidaria, entre todos los que profesamos una fe; entendiendo que este es un elemento fundamental para trabajar por la unidad y la concordia de nuestros compatriotas”, agregó.
Monseñor Uriona consideró que “el testimonio conjunto de las confesiones cristianas y no cristianas, que contribuye al bien común, sea como instituciones, sea a través de sus fieles, es en sí mismo una expresión de lo que las religiones pueden aportar para la justicia y la paz”.
“La acción de gracias que estamos celebrando las iglesias cristianas y los diversos credos implica: una confesión de fe que es reconocimiento de lo que Dios ha realizado en nuestra historia como nación, una confesión de esperanza en la Providencia divina que compromete nuestra participación activa como protagonistas en la construcción de una auténtica ‘casa común’, superando los desafíos que se nos presentan y una confesión de caridad que nos lleve al amor mutuo y al respeto de la diversidad”, concluyó.
La celebración interreligiosa, presidida por monseñor Uriona, contó con la presencia del rabino Marcelo Polakoff y pastores evangélicos de esta ciudad cordobesa.
Al comienzo de la celebración, el obispo, el rabino y dos de los pastores dirigieron unas palabras a los presentes para ayudar a descubrir cuál era el sentido del momento de oración. Posteriormente, los miembros de las comunidades católica, judía y evangélica realizaron un pedido de perdón que, dijeron, ayudó a “buscar caminos de reconciliación con Dios y los hermanos”.
Luego de la lectura de textos bíblicos, monseñor Uriona y el rabino Polakoff hicieron una reflexión. A continuación, los responsables de cada culto elevaron una plegaria según la forma y tradición de cada credo.
Los participantes entonaron el Himno Nacional Argentino y los representantes religiosos depositaron simbólicamente tierra sobre un olivo que luego será plantado en alguna representación política de la ciudad.
La celebración, organizado por la Comisión Diocesana de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso junto con la Sociedad Israelita de Río Cuarto, contó con la participación del Coro Polifónico Municipal y el Ensamble Instrumental de Río Cuarto.+
Reflexión completa de Mons. Adolfo Uriona
Estamos celebrando juntos, confesiones cristianas y otros credos, el Jubileo Nacional por los 200 años de nuestra Independencia. El fundamento de un Jubileo es el reconocimiento del Dios trascendente que ha querido entrar en comunión con el hombre para otorgarle una vida plena.
Jubileo significa alegría, al celebrarlo recordando el pasado damos gracias y pedimos perdón, presentando súplicas al Señor de la historia.
Comparando con el primer centenario -1916- en que la casi totalidad de la población era católica, en el segundo -2016- se nos presenta un amplio pluralismo religioso de la sociedad. Esta realidad es fruto de la convocatoria del Preámbulo a todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino y de la libertad religiosa, reconocida en el art. 14 de la Constitución.
En este día quiero hacer tres breves reflexiones en torno a este Jubileo por el Bicentenario de nuestra independencia.
Ante todo una reparación de la memoria. La celebración del Bicentenario es un momento propicio para alentar un verdadero proceso de memoria reconciliadora y de acción de gracias comprometida con el bien común.
Por ello la Iglesia quiere hacerlo junto con los demás cristianos ya que, como fruto de la llamada ecuménica, es consciente del valor que tiene el testimonio común de los discípulos de Jesús en el arduo camino hacia la plena comunión. Quiere hacerlo, además, con todos los creyentes, porque sabe que el anuncio y la misión debe vivirlos desde una real apertura al diálogo.
Decíamos los obispos en el documento sobre el Bicentenario:
“La memoria es un elemento jubilar necesario para la reconciliación. Con renovado espíritu, queremos volver la mirada sobre aquella primera generación de argentinos, que interpretando un creciente sentimiento de libertad de los pueblos a quienes representaban, asumieron la grave responsabilidad de encauzar los ideales americanistas…” (1)
Luego, una sentida acción de gracias. La Iglesia católica, que se hace palabra y diálogo, quiere compartir una sentida acción de gracias por el Bicentenario con fieles y líderes de otras comunidades religiosas.
Queremos que las alegrías y tristezas, esperanzas y angustias del argentino de hoy sean compartidas, desde una actitud solidaria, entre todos los que profesamos una fe; entendiendo que este es un elemento fundamental para trabajar por la unidad y la concordia de nuestros compatriotas.
El testimonio conjunto de las confesiones cristianas y no cristianas, que contribuye al bien común, sea como instituciones sea a través de sus fieles, es en sí mismo una expresión de lo que las religiones pueden aportar para la justicia y la paz.
Finalmente, señalar algunos desafíos que se nos presentan. Los Obispos Argentinos, en el documento mencionado, expresábamos:
“Los congresales pensaron en nosotros, y no cabe duda de que somos la razón de la sacrificada y riesgosa entrega de sus vidas, tiempo e intereses, que sin titubeos nos ofrecieron. Pero el ideal de vivir la Argentina como una gran familia, donde la fraternidad, la solidaridad y el bien común incluyan a todos los que peregrinamos en su historia, está muy lejos de haberse alcanzado. La independencia y libertad proclamadas hace dos siglos, no siempre se tradujo en tiempo de paz y progreso para todos.
Provincias sin recursos y familias pobres sin casa, con muchos argentinos al borde o fuera del sistema laboral, no reflejan las aspiraciones federales de los congresales en Tucumán” (2) . Por ello afirmamos que “no hay plena democracia sin inclusión e integración. Esta es una responsabilidad de todos, en especial de los dirigentes…” (3)
Además, si queremos construir “la casa común” debemos trabajar y luchar denodadamente contra todo lo que afecta a los valores sociales y a la vida íntegra de cada argentino, por ello señalábamos: “… algunos ejemplos que muestran que la gran familia de los argentinos está en riesgo y que la casa que compartimos puede resquebrajarse…” “El principal de nuestros males es el desencuentro que no nos deja reconocernos como hermanos, a lo que le sigue la corrupción generalizada, la plaga del narcotráfico y el descuido del medio ambiente. (4)
La acción de gracias que estamos celebrando las iglesias cristianas y los diversos credos implica: una confesión de fe que es reconocimiento de lo que Dios ha realizado en nuestra historia como nación, unaconfesión de esperanza en la Providencia divina que compromete nuestra participación activa como protagonistas en la construcción de una auténtica “casa común”, superando los desafíos que se nos presentan y una confesión de caridad que nos lleve al amor mutuo y al respeto de la diversidad.
Qué el Dios Omnipotente misericordioso nos fortalezca y acompañe en la misión que se nos encomienda como fruto de nuestra Fe.
Fotografías: Gentileza Pbro. Raúl Frega
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