El seminarista Ángel Ciappino fue ordenado Diácono

Durante la noche del viernes 1 de diciembre, el seminarista Ángel Ciappino fue ordenado Diácono en una emotiva celebración realizada en la Parroquia San Cayetano de Río Cuarto.

A continuación, compartimos la homilía de Mons. Adolfo Uriona.

HOMILÍA DE MONS. URIONA EN LA ORDENACIÓN DIACONAL DE ÁNGEL CIAPPINO

Queridos hermanos:
Estamos reunidos para celebrar la Eucaristía en la que Ángel recibirá la ordenación diaconal. Nos unimos a su alegría, a la de su familia y amigos, agradeciendo también la presencia de Mons. Ricardo su antiguo rector y ahora obispo de Cruz del Eje.

Ángel a través de este ministerio recibirá de manos del obispo el primer grado del sacramento del Orden, poniéndose de esta manera al servicio de sus hermanos, en especial de los más desfavorecidos.

Querido Ángel: considero muy importante que tomes conciencia de que fuiste elegido para esta misión por pura gracia de Dios. Ningún mérito tuyo motivó esta elección sino que simplemente fue una ocurrencia del Dios rico en misericordia; por tanto solo cabe como respuesta un corazón inmensamente agradecido y dócil a las inspiraciones del Señor tal como lo hizo al apóstol Felipe.

En la primera lectura nos encontramos que, en los inicios de la evangelización, el Espíritu condujo a Felipe hacia un camino desierto. Este impulso resulta extraño… Seguramente se habrá preguntado: ¿por qué al desierto donde no hay nadie?… yo tengo que predicar la Buena Noticia a la gente, a las multitudes….; esto que siento ¿será realmente inspiración de Dios?…

Felipe corrió la tentación de enmarañarse en razonamientos de lógica humana que lo hubieran paralizado o llevado a hacer otras opciones aparentemente más eficaces. Sin embargo se dejó conducir dócilmente por el Espíritu y esa docilidad lo llevó a entrar en contacto con un alto funcionario de Etiopía que regresaba de peregrinar a Jerusalén, leyendo al profeta Isaías y necesitado de alguien que lo ilumine anunciándole la novedad de Dios contenida en ese pasaje de la Escritura.

Este texto te ha de animar a anunciar el Evangelio siempre y en toda forma. A veces a multitudes, a veces a pequeños grupos y muchas veces en la relación personal. Deberás hacerlo de manera humilde y paciente, acercándote al “carruaje” de los otros, iniciando un diálogo respetuoso y anunciando el kerigma.

La docilidad de Felipe al Espíritu hizo que el Evangelio llegara lejos, hasta Etiopía. Tu docilidad, entrega y servicio quién sabe qué frutos traerá, porque siempre es Dios el que siembra a través de nuestra pobreza. “Docilidad, entrega y servicio”: un concreto programa de vida para vos.

Por otra parte, también Jesús te llama a “ser el primero, a “ser grande”, pero no al modo de de este mundo cuyos criterios, lamentablemente, con frecuencia se nos contagian también a nosotros.

Sólo seremos grandes, evangélicamente hablando, si nos hacemos servidores, esclavos, a semejanza del “Hijo del Hombre que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por una multitud”.

Éste ha de ser un objetivo a trabajar toda la vida porque la tentación de la “mundanidad” (búsqueda de poder, dinero, comodidad…) estará al acecho siempre. Para ello deberás cultivar tu vida de oración y una auténtica espiritualidad, sumado al contacto sincero con los más pobres y los pequeños. Medios con los que podrás ser fiel a tu misión de servidor.

Qué María Santísima, la “humilde esclava del Señor”, modele tu corazón como el de su Hijo Servidor.
Contá para ello con mi oración y bendición.

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