El Obispo Uriona encabezó la celebración de la Virgen de la Consolata, ante miles de fieles. En su homilía, llamó a “vivir como lo hizo la Virgen” y a tener “almas de pobres”.
En un día totalmente soleado, el pasado sábado 20, cientos de fieles se convocaron en torno a la festividad de la Virgen de la Consolata en el Santuario de Sampacho.
“Nos acercamos a la Virgen para pedirle, agradecerle y, particularmente, para expresarle nuestro amor de hijos. Sabemos que es nuestra Madre y que la necesitamos mucho, como personas, como comunidad y como país” sostuvo Uriona, luego de la procesión que se realizó por 17 cuadras del pueblo.
En ese sentido, señaló la necesidad de que la Virgen ilumine a los ciudadanos en el año electoral y, especialmente, pidió que “ilumine a aquellos que serán elegidos para conducir los destinos de nuestra patria”.
“Si le preguntáramos, ¿qué quieres María de nosotros?, Ella nos diría: escuchen a mi Hijo, sigan sus enseñanzas y vivan de acuerdo a las mismas”.
Tomando el Evangelio del día, en el que Jesús se refiere a las Bienaventuranzas, Monseñor Uriona aseguró que éstas representan el “camino para ser auténticamente felices”. “¿Somos capaces de tomarnos en serio esta Palabra del Señor? ¿queremos pertenecer a su Reino que tiene estas condiciones tan a contrapelo de lo que normalmente vivimos?” preguntó el Obispo Diocesano.
Deteniéndose en la primera bienaventuranza, referida a aquellos que tienen almas de pobres, Uriona explicó que el desafío como misioneros es vivir como nos enseña Jesús y como lo hizo la Virgen: aprender a ser como niños y tener alma de pobres.
“Si nos creemos adultos, llenos de nosotros mismos, de nuestras seguridades materiales, intelectuales o morales, el Señor no podrá actuar, no podrá ejercer su reinado en nosotros. Solamente cuando el corazón es humilde, cuando es consciente de que tiene que esperarlo todo de Dios, Él viene a nuestro encuentro y puede hacer su obra en nuestra vida. Y su obra es hacernos “auténticamente felices”, como lo proclaman las Bienaventuranzas” explicó Monseñor Adolfo.
Durante el día, Monseñor Uriona se tomó su tiempo para bendecir personas y estampas, presidir el acto por el día de la bandera, dar entrevistas periodísticas y orar un momento frente a la imagen de la Consolata.
La fe de un pueblo
El párroco Osvaldo Leone, comentó que la novena se vivió de un modo “rico y profundo” con una gran participación de fieles. En ese sentido, precisó que la localidad vive la festividad de una manera especial. “La fiesta es un colorido. Empieza la novena y quieren dejar todo preparado en sus casas. Muchas cosas se posponen hasta después que pase la novena. Se hacen adornos en las vidrieras y en las ventanas de las casas” comentó.