El papa Francisco se asomó desde el balcón del Palacio Apostólico para reflexionar sobre el Evangelio del día según Marcos, que relata el retiro de Jesús al desierto durante 40 días, donde fue tentado por Satanás, y con el que da comienzo la Cuaresma.
El pontífice recordó que el evangelista subraya que el Espíritu empuja a Jesús al desierto: “El Espíritu Santo, que descendió sobre Él tras recibir el bautismo de Juan en el río Jordán, el mismo Espíritu lo empuja ahora a ir al desierto, para enfrentarse al Tentador, para luchar contra el diablo”.
El Papa centró en el entorno natural del desierto, para explicar que se trata del lugar “donde Dios habla al corazón del hombre, y donde brota la respuesta de la oración”.
“Pero es también el lugar de la prueba y la tentación, donde el Tentador, aprovechando la fragilidad y las necesidades humanas, insinúa su voz engañosa, alternativa a la de Dios”, advirtió, y agregó: “El tentador seduce».
Francisco subrayó que durante los cuarenta días vividos por Jesús en el desierto comienza el «duelo» entre Jesús y el diablo, que terminará con la Pasión y la Cruz: “Todo el ministerio de Cristo es una lucha contra el Maligno en sus múltiples manifestaciones: curaciones de enfermedades, exorcismos de los endemoniados, perdón de los pecados. Es una lucha. Después de la primera fase en la que Jesús demuestra que habla y actúa con el poder de Dios, parece que el diablo prevalece cuando el Hijo de Dios es rechazado, abandonado y finalmente capturado y condenado a muerte”, puntualizó.
Asimismo, aseguró que “pareciera que el vencedor es el diablo”, pero en realidad, explicó, “la muerte era el último ‘desierto’ a atravesar para derrotar definitivamente a Satanás y liberarnos a todos de su poder”.
«Cada año, este Evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto nos recuerda que la vida del cristiano, tras las huellas del Señor, es una batalla contra el espíritu del mal”, precisó.
Francisco recordó que los cristianos deben ser conscientes de «la presencia de este enemigo astuto, interesado en nuestra condena eterna, en nuestro fracaso, y prepararnos para defendernos de él y combatirlo”. “La gracia de Dios nos asegura, mediante la fe, la oración y la penitencia, la victoria sobre el enemigo”.
El Papa hace hincapié en algo que considera sumamente importante: Jesús “nunca conversa con el diablo”.
“En su vida Jesús jamás mantuvo un diálogo con el diablo, jamás, o lo expulsa de los endemoniados o lo condena pero jamás el diálogo”, sostuvo, aunque señaló que en el desierto “parece que hay un diálogo» porque el diablo le hace propuestas y Jesús no responde con sus palabras, “jamás”, sino que “responde con la Palabra de Dios, con tres pasajes de la Escritura”.
Esto, aseguró, es válido también para todos nosotros. “Cuando se acerca el seductor y comienza a seducirnos, piensa en esto, haz aquello, la tentación es hablar con él, como hizo Eva”, ejemplificó, y completó: “Eva entró en diálogo y si nosotros entramos en diálogo seremos vencidos”.
“Métanselo esto en la cabeza: con el diablo jamás se dialoga. No hay diálogo posible, solo la Palabra de Dios”.
Por último, Francisco afirmó que el Espíritu Santo “nos empuja también a nosotros, como a Jesús, a entrar en el desierto”, pero “no se trata de un lugar físico, sino de una dimensión existencial en la que hacer silencio y ponernos a la escucha de la palabra de Dios, para que se cumpla en nosotros la verdadera conversión».
“No tengan miedo del desierto busquen momentos de más oración, de silencio, entrar dentro de nosotros, pero no tengan miedo”. Es por eso que estamos llamados ‘a caminar por las sendas de Dios, renovando las promesas de nuestro bautismo: renunciar a Satanás, a todas sus obras y a todas sus seducciones’”.+