Durante la noche del viernes 15 de septiembre, Jorge Reinaudo fue ordenado sacerdote por Mons. Adolfo Uriona en la Parroquia Jesús Resucitado de la ciudad de Río Cuarto.
En una sentida ceremonia, el joven fue acompañado por sacerdotes, familiares, amigos y miembros de la comunidad parroquial.
A continuación compartimos la Homilía de Mons. Adolfo Uriona.
Queridos hermanos:
Estamos participando, compartiendo la alegría de sus padres, familiares y amigos, de la ordenación sacerdotal de Jorge Reinaudo.
A través de la imposición de manos del obispo será consagrado recibiendo un ministerio mediante el cual, como otro Cristo, servirá al santo pueblo de Dios.
La Palabra de Dios recién proclamada ilumina este acontecimiento. La misma, como espada de doble filo, ha de penetrar tus entrañas comprometiéndote a “caminar en la verdad”, es decir en fiel coherencia con esa Palabra que has de leer, meditar, orar y practicar…
Ahora bien, podrás ser coherente en la medida en que encarnes esa Palabra y la misma vaya realmente impregnando tu inteligencia, tu voluntad, tus afectos, tu libertad…, así progresivamente irás modelando tu vida de acuerdo a las enseñanzas del Maestro que habla en tu interior.
La configuración de tu ser a esa Palabra te irá haciendo paulatinamente idóneo para proclamarla “con oportunidad o sin ella”, como le escribía Pablo a Timoteo. Además irá purificando y fortaleciendo tu corazón a fin de superar la tentación del “protagonismo” que conduce a “predicarse a sí mismo”, orientándolo sólo hacia el único Señor.
Caminar auténticamente en la verdad será para vos también una forma eficaz para no caer en la tristeza y el desánimo que nos asaltan particularmente en estos tiempos y te llenará de la valentía que viene de lo alto para no callar nada por vergüenza o temor.
Por tanto, el contacto asiduo con la Palabra ha de ser una prioridad a la hora de vivir tu sacerdocio, caminando en la verdad.
Además y fundamentalmente has de ejercer tu ministerio siguiendo constantemente el modelo de Jesús, Buen Pastor.
Qué como Él aprendas a conocer a tus ovejas con su misma mirada de amor y, en su infinita misericordia, te conceda el mismo impulso que lo llevó a dar la vida por ellas.
Ese “dar la vida” se realiza en lo cotidiano, en lo ordinario de cada día…
La entregarás mediante una perseverante actitud comprensiva y misericordiosa. El sacramento de la reconciliación y los tiempos de escucha paciente a los dolores y necesidades de tu pueblo serán momentos particulares donde se irá modelando tu corazón de pastor. También lo harás en el trabajo apostólico con los niños, los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los pobres que encontrarás a diario en tu servicio ministerial…
Como nos lo propone el papa Francisco, que tu afán misionero te conduzca hacia los más alejados, a “las otras ovejas que no son de este corral” y a las que también debe llegar tu pastoreo. En esto dejá que hable tu corazón a través de una discernida creatividad sabiendo que el amor siempre es creativo…
Como podés comprobar, el ejercicio abnegado del ministerio ha de ser la fuente de tu espiritualidad y tu camino de configuración con Cristo Buen Pastor, por tanto, en tu Eucaristía diaria, has de llevar a todos los hombres y mujeres que te encontrarás en el camino y por ellos, como intercesor, ofrecerás el sacrificio redentor.
En esta desafiante misión tenés como guía y modelo al Santo Cura Brochero…
Él conocía a sus ovejas, buscaba con ardor a las descarriadas y elaboraba creativamente propuestas a fin de que se encontraran con el amor misericordioso del Padre.
De tal manera se entregó a su ministerio que no tuvo miedo de conducir a su gente por las altas cumbres, aún en invierno, llevándolos a los ejercicios espirituales a la ciudad de Córdoba; ni tampoco de cruzar la peligrosa correntada del río a fin de socorrer con los sacramentos a un moribundo y la de compartir el mate con un leproso abandonado de todos…
Jorge fuiste elegido por Dios desde toda la eternidad para ser su sacerdote y ahora, a través de la imposición de mis manos, recibirás este ministerio. La conciencia clara de que el mismo vendrá a un “recipiente de barro” te haga humilde y agradecido. Apreciá siempre el maravilloso don que se te concede y no lo descuides… ¡es demasiado valioso!
Te recomiendo vivamente que continúes tu camino formativo como la Iglesia nos lo propone y cultives la fraternidad con tus hermanos sacerdotes siendo particularmente cercano a los ancianos y a los enfermos.
Qué María Santísima, la Inmaculada, la Madre de los sacerdotes te cuide, proteja y acompañe en este camino que ahora emprenderás.