El próximo viernes 30 de noviembre, el seminarista Marcos Alonso será ordenado Diácono en una celebración presidida por Mons. Adolfo Uriona en el Seminario Jesús Buen Pastor.
A continuación, compartimos una entrevista con el joven seminarista de 26 años, oriundo de la ciudad de Río Cuarto.
– ¿Cómo te estás preparando para este acontecimiento diocesano?
– Estoy muy contento de estar por ordenarme de Diacono en este camino hacia el Sacerdocio. Obviamente que también surgen nervios, pero tengo en el corazón una profunda alegría, paz y confianza en el Buen Pastor. No me alcanza la vida para agradecer el Amor que Él me tiene, y no solo eso, el haberme llamado para ser su servidor, para servir a sus ovejas.
– ¿Qué implica en tu vida, este evento tan significativo desde lo personal y pastoralmente?
– Hace ya 9 años desde que entre en el Seminario y llevo ya bastante camino recorrido, aunque sé que este camino de crecimiento siguiendo a Jesús dura toda la vida. He elegido consagrarme a Dios para seguir su Voluntad, amándolo a Él y a su Iglesia con toda mi vida, y también para amar a mis hermanos como Él, que ama a todos, especialmente a los que no son amados por los demás, los pobres. No pierdo nada, lo estoy ganando todo. Todos los días veo mis caídas y mis limitaciones, pero lo importante es que si vivo su Voluntad, Jesús se encarga del resto y hace grandes cosas.
Este año estoy sirviendo en la comunidad de san José de Vicuña Mackenna, donde he ido madurando mi vocación y mi preparación al diaconado, junto al servicio pastoral con la comunidad y el padre Jorge Vaudagna.
En el seguimiento de Jesús no hay que dar lugar a la desilusión, ni al miedo, ni a la preocupación, ni a la pereza. Su amor infinito y su misericordia sin límites sólo pueden inspirarnos una respuesta de amor a su voluntad, cumpliéndola con alegría y tranquilidad.
– ¿Cómo descubriste el llamado de Dios?
– La vocación lleva un discernimiento en el que se necesita la ayuda y el acompañamiento de un sacerdote, de toda la comunidad y de la familia. Esta última es fundamental, yo me he nutrido de muchos valores en mi familia y son muy importantes para mí el testimonio y el cariño ellos.
Hace ya nueve años que entré en el Seminario y gracias a Dios me siento muy a gusto en este camino que estoy recorriendo.
En realidad yo nunca pensé en ser sacerdote, antes de los 17 años. Fue recién a principio del 2009, que estaba en 6to año, cuando comencé a preguntarme y a rezar cuál era la voluntad de Dios para mí.
Yo soy criado en mi querido barrio Alberdi, de la parroquia Nuestra Señora de la Merced. Desde chico vivía mi fe como cualquier chico, aunque mi experiencia de la catequesis fue hermosa. Después de eso trataba de participar de la misa dominical pero no formaba parte de algún grupo parroquial. A los 15 años, por invitación del Centro de Estudiantes del Lanteriano, mi colegio, comencé a ayudar en el barrio Oncativo con la copa de leche, jugábamos con los chicos. Al año siguiente también compartíamos encuentros de catequesis en el barrio Oncativo y comencé a ayudar en la catequesis parroquial. Además había comenzado a participar de algunas actividades parroquiales, era monaguillo, misionábamos, participaba del grupo de Jóvenes. Estas actividades se fueron sumando progresivamente y escuchaba en mi corazón que Dios siempre me pedía un pasito más, no porque yo fuera imprescindible ni mejor, sino por amor a Él y a los demás.
Como dije, hasta entonces no me había planteado mi vocación, yo ya tenia organizado qué iba a estudiar y tenía todo un plan para mi vida, pero me faltaba preguntarle a Jesús que era lo que Él me pedía. Y haciendo mi discernimiento me di cuenta que su Proyecto de Amor era mucho mejor que el mío. Así es que por invitación de un seminarista, durante el último año del secundario, empecé a participar de las convivencias vocacionales que había en el seminario los primeros domingos de cada mes, fue entonces que, al terminar el secundario, entre en el Seminario.
Obviamente que una vocación se madura y discierne en comunidad. Fueron y son muy importantes para mí los testimonios y la ayuda de los sacerdotes de mi parroquia, los seminaristas y toda la comunidad parroquial, laicos y laicas sirviendo juntos.
Es hermoso ver cómo Dios nos ha ido ayudando y acompañando a lo largo de la ida, cómo nos ha cuidado y corregido. Es lindo, igualmente, saber que Él busca lo mejor para nosotros y que podemos ser instrumentos de su Amor, su Misericordia y su Paz. Para este discernimiento no podía obviar la Palabra de Dios y la celebración de la Eucaristía, es Él quien nos alimenta en nuestro peregrinar. Personalmente me ayudo mucho la cita bíblica de la viuda pobre (Lc 21, 1-4) en donde Jesús elogia su gesto porque no dio lo que le sobraba, como los ricos, sino que dio todo lo que tenia para vivir y, aunque puso solo dos moneditas, esto valió más que las ofrendas de los ricos. Hemos sido hechos a imagen de Dios, hemos sido hechos para el amor y, en esto, no tenemos que dar sobras ni migajas, tenemos que dar todo, darnos todos, como Jesús que, por amor a cada uno, dio su vida para salvarnos. Él dio la vida por mi, yo quiero dar la vida por Él y su Pueblo.
– ¿Qué vas a pedirle a Dios en el momento de la Ordenación?
– Espero con ansiedad, pero con mucha alegría el día de la ordenación. Lo que más me da vueltas en el corazón es pedirle ese día que me dé la gracia de dar la vida por Él y por su Pueblo, como Él lo hizo, quiero que me haga su instrumento de Amor, de Misericordia, de Paz. Sé que soy limitado y pecador, pero por eso mismo pongo mi confianza en Él, para que su Espíritu me guie, acompañe e inspire para vivir su Voluntad.
Ojalá que todos aquellos que Dios llama al sacerdocio y/o se estén planteando su vocación tengan presente que el sacerdocio es una opción.
Todos tenemos una vocación y esta vocación nos plenifica. Es la llamada que Dios nos hace para optar por un estilo de vida en el que lo glorifiquemos y sirvamos a nuestros hermanos, de esta forma somos felices, porque Él no quiere otra cosa que tengamos Vida y Vida Plena, y esa vida llevarla a los demás.