Ante una multitud de fieles, este jueves 20 de junio, la comunidad de Sampacho celebró la festividad de Nuestra Señora de la Consolata.
En esa oportunidad, Mons. Adolfo Uriona se refirió a María como una «mujer fuerte y valiente», que fue fiel a Dios, y que siempre «estuvo presente en toda la historia de la humanidad».
A continuación, ofrecemos la Homilía completa del Obispo en la Fiesta de Nuestra Señora de la Consolata.
HOMILÍA DE MONS. ADOLFO URIONA EN LA FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DE LA CONSOLATA (20/06/19)
Agradezco de nuevo la providencia divina que me ha permitido estar presente en esta maravillosa fiesta de Nuestra Señora de la Consolata como se la vive aquí en Sampacho. Una verdadera fiesta de fe, una fiesta de expresión popular y de expresión de fe de todos ustedes, Santo Pueblo de Dios.
María entonces tiene esta misión: consolarnos desde el cielo, de ser para nosotros, ese bálsamo para nuestro corazón. Ella desde el primer momento en que le dijo «si» al Ángel, se le cambió la vida. Ese «sí», dicho desde la fe, provocó en Ella la Encarnación del Verbo de Dios en su vientre. Ese «Sí» fue producido por la fe de su corazón ante las palabras misteriosas del Ángel que la sobrepasaban por todos lados. Y María, como mujer fuerte y valiente, mantuvo siempre ese «Sí». Ese «Sí» que le trajo tantos y tantos sufrimientos, tantos y tantos, podríamos decir, «dolores de cabeza». Busquen en la Palabra de Dios y se darán cuenta como ese «sí» de María, mantenido siempre, fue para ella motivo de momentos de oscuridad, de momentos de graves dificultades pero donde ella siempre fue fiel a Dios.
Por ello, hoy María nos enseña a nosotros el don de la fidelidad y en esto me quiero quedar. En el don de la fidelidad, en el «Sí». Tuvo que criar al Hijo de Dios, educarlo y acompañarlo a lo largo de toda su existencia, dejarlo ir cuando comenzaba su misión como enviado del Padre para anunciar la Buena Noticia, el Evangelio. Lo acompañaba siempre desde lejos y lo acompañó hasta el momento trágico de la muerte de cruz que hoy hemos escuchado y donde Jesús quiere dejarnos como testamento a nosotros, a su madre. Y quiere dejarle a Ella, como testamento también a nosotros: sus discípulos.
María, desde ese momento, se convirtió en Madre de todos nosotros y así lo hizo a lo largo y a lo ancho de esta tierra, y a lo largo y lo ancho de nuestra historia. María siempre presente, presente en la historia de la humanidad.
En este caso, Nuestra Señora de la Consolata, una advocación de Turín (Italia) traída por los inmigrantes que vinieron hacer patria aquí en suelo argentino. Queremos renovar nuestro «Si», queremos mirar a María y pedirle: «Virgen Santa, danos la gracia de decir «sí» a Dios, ese «si» que dimos en el momento del bautismo y que fuimos renovando a lo largo de nuestra existencia».
No queremos volver atrás. Hoy sabemos qué difícil es decir «sí» y mantener perseverantemente ese «si», ese compromiso a lo largo de nuestra vida, especialmente cuando vienen las pruebas, pruebas que muchas veces son personales. Pruebas que son muchas veces son comunitarias, pruebas que muchas veces sufre nuestra Iglesia. Por eso en este momento de prueba para nuestra Iglesia, incluso podríamos decir para nuestra Patria, con María consoladora queremos renovar nuestros «Sí» siendo auténticos discípulos misioneros de Jesús. Siguiendo adelante con su fuerza y con su gracia.
Queremos también que otros, a través de nuestro testimonio, puedan encontrarse con Jesús y volver a decirles «Sí», volver a decirle: «Vale la pena ser cristiano, vale la pena seguirte». Es lo que nos da sentido, es lo que nos da fuerza para caminar en medio de las pruebas que hoy sufrimos, como cristianos y también como argentinos.
Que María consoladora entonces nos de esta gracia inmensa a todos nosotros, que podamos grabarnos en nuestro corazón las palabras que dice San Pablo: «Dios dispone de todas las cosas para el bien de los que lo aman». Todo lo que nos sucede, aún aquellas cosas difíciles, oscuras, duras, todo tiene un sentido dentro del plan de Dios y todo se transforma en gracia.
Así lo vivió María, a lo largo de su existencia y así hoy, nos lo quiere transmitir a nosotros. Por eso, en este día y con ánimo confiado, nos ponemos en manos de María, ponemos a nuestra Patria, al celebrar hoy también el Día de la Bandera, ponemos nuestras comunidades y nuestra Diócesis, para que María nos bendiga y nos dé a todos siempre la gracia de ser fiel a ese Dios siempre fiel. Que María consoladora nos de esta inmensa gracia a cada uno de nosotros.
Fotos: Facundo Etchebar – FM Identidad Sampacho