Durante la mañana del sábado 9 de Julio, Monseñor Adolfo Uriona encabezó el Te Deum por el Bicentenario de la Independencia de la Patria en la Iglesia Catedral de Río Cuarto.
Homilía Completa de Mons. Adolfo Uriona:
«Celebramos el TE DEUM agradeciendo al Señor de la historia por el Bicentenario de la Declaración de la Independencia de nuestra patria.
El Te Deum es un canto de alabanza al Dios Creador que nos ha regalado este mundo a los hombres para que lo trabajemos conforme a sus designios; es también un reconocimiento al Dios Providente que acompaña la historia de la humanidad, velando sobre la misma. Este Dios que es trascendente y está más allá de este mundo, ha querido entrar en la historia humana haciéndose uno de nosotros y así regalarnos, en la persona de Cristo, el don de la salvación.
En este Año Jubilar de la Misericordia y del Bicentenario de nuestra Independencia queremos hacer, ante todo, una memoria agradecida del pasado volviendo “la mirada sobre aquella primera generación de argentinos, que interpretando un creciente sentimiento de libertad de los pueblos a quienes representaban, asumieron la grave responsabilidad declarar la independencia”.
Sabemos que “el Congreso reunido en Tucumán no fue un suceso improvisado… Los representantes de los pueblos que integraban las Provincias Unidas del Río de la Plata se reunieron en esta ciudad con el deseo de llegar a ser una Nación independiente y libre de España «y de toda otra dominación extranjera»… Los movía el ideal de la noble causa americana y los alentaba la audaz exhortación de Belgrano y San Martín, que avivaban con entusiasmo patriótico la pronta declaración de la Independencia, en momentos en que muy pocos le daban respaldo…”
De esta manera “la Nación «independiente y libre» se gestó en una «pequeña provincia» de la Argentina profunda, entonces muy vulnerable por sus escasos recursos y el avance realista… Así, con la consigna de «conservar la unidad», los veintinueve diputados que firmaron el Acta de la Independencia, dieciocho laicos y once sacerdotes, fundaron nuestra argentinidad y «llenos de santo ardor por la justicia», prometieron ante «Dios y la señal de la Cruz» sostener «estos derechos hasta con la vida, haberes y fama…»
Tal como lo expresaba el Evangelio que acabamos de escuchar quisieron fundar la casa común, nuestra querida patria, sobre una auténtica y sólida roca: “Dios y la Cruz”.
“Los congresales pensaron en nosotros, y no cabe duda de que somos la razón de la sacrificada y riesgosa entrega de sus vidas, tiempo e intereses, que sin titubeos nos ofrecieron…”
Los valores y actitudes cristianas que sustentaban, tal como propone San Pablo a los Colosenses, los llevaron a “pensar la Argentina como una gran familia, donde la fraternidad, la solidaridad y el bien común incluyan a todos los que peregrinamos en su historia…
Ahora nos toca a nosotros, los que vivimos en este siglo XXI, asumir el compromiso como ciudadanos de seguir forjando esta noble Nación.
Si observamos la realidad con objetividad comprobamos que “la gran familia de los argentinos está en riesgo y que la casa que compartimos puede resquebrajarse” y hundirse como la que se construyó sobre arena, tal como nos lo enseña Jesús en el Evangelio.
De manera particular en estos tiempos experimentamos algunos desafíos que nos interpelan profundamente.
Percibimos con claridad que “el principal de nuestros males es el desencuentro que no nos deja reconocernos como hermanos.
También experimentamos dolorosamente una corrupción generalizada, la plaga del narcotráfico y el descuido del medio ambiente”…Si queremos construir esta casa común, tenemos que compartir las alegrías y tristezas, esperanzas y angustias de nuestros hermanos, trabajando y luchando denodadamente contra todo lo que afecta a los valores sociales y a la vida íntegra de cada argentino.
Finalmente, en este Te Deum a la par que alabamos y agradecemos al Dios que acompañó nuestra historia a lo largo de estos 200 años le pedimos, como ciudadanos comprometidos, que queremos trabajar por construir nuestra nación, “una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común”; una patria inclusiva que respeta las diferencias y se preocupa en particular de los más necesitados, una nación tal como la soñaran los valientes Congresales de 1816.
Nos cobijamos bajo el manto de María de Luján, patrona de la Argentina, y nos encomendamos a la intercesión del Beato Cura Brochero a fin que nos bendigan en nuestro caminar por este bendito suelo.»