HOMILÍA DE MONS. URIONA EN EL TE DEUM DEL 9 DE JULIO DE 2019
La Declaración de Independencia de la Argentina fue una decisión tomada el 9 de julio de 1816 por el Congreso de Tucumán, por la cual declaró la formal ruptura de los vínculos de dependencia política de las Provincias Unidas del Río de la Plata con la monarquía española.
En el aniversario de este acontecimiento fundante de nuestra patria nos reunimos para orar agradeciendo a Dios por el don de esta nación que nos cobija, cumpliendo así una tradición que se remonta desde los orígenes de la misma. Rezamos para ello el Te Deum, que es un antiguo himno de la Iglesia, un himno de Acción de Gracias que acompañó a nuestros próceres que se atrevieron, en circunstancias oscuras y frágiles, a declarar la independencia y a cantarlo después.
El Te Deum es un canto de alabanza al Dios Creador que nos ha regalado este mundo a los hombres para que lo trabajemos conforme a sus designios; es también un reconocimiento al Dios Providente que acompaña la historia de la humanidad, velando sobre la misma. Este Dios que es trascendente y está más allá de este mundo, ha querido entrar en la historia humana haciéndose uno de nosotros y así regalarnos, en la persona de Cristo, el don de la salvación.
En este día de la patria renovemos nuestro compromiso de ser constructores de una sociedad más solidaria, más justa, de ser artífices de la paz verdadera.
Sabemos, por experiencia, que estas tareas nos desbordan. Ellas requieren una sabiduría, una prudencia, una fortaleza de ánimo, una visión, una esperanza que la sola fuerza humana no es capaz de dar. Los que profesamos la fe oramos, particularmente por quienes más necesitan esa prudencia y sabiduría, esa fortaleza, esa visión, esa esperanza.
El espíritu de concordia –de “consenso”– es un bien común que nadie puede poner en peligro por ninguna clase de intereses, aunque parezcan muy legítimos.
Confiamos firme y plenamente en la sociedad argentina. Tiene grandes virtudes y entre ellas la solidaridad, cuando se la dirige con acierto, con grandeza de espíritu y con amor.
Creo, por tanto, que es posible conseguir la convivencia en paz, siempre que desde el poder -político, eclesial, económico, social- se dé un ejemplo de concordia y sepa utilizarse el diálogo sincero y honrado. Hay mucho más cosas que nos unen. Todos amamos a nuestra patria y todos queremos lo mejor para esta sociedad en la que hemos de realizarnos como personas.
El patriotismo sincero y leal, y la fe para los creyentes, nos obligan a convertirnos en instrumentos de convivencia en paz. El diálogo es la expresión culta y civilizada de una sociedad pluralista y democrática.
Todos queremos una sociedad más justa. Todos deseamos el desarrollo y perfeccionamiento de nuestro pueblo y aspiramos a un futuro mejor.
San Juan Pablo II decía que el camino para que reine en la sociedad la paz y la justicia, es el diálogo. Es el único camino posible. El diálogo es hoy más necesario que nunca en nuestro país.
Que el Señor sea nuestro guía hacia una fraternidad fundada en la verdad, en la justicia, en la libertad y en el amor y que la Virgen María mire con cariño, con amor y ternura a nuestra patria, que se acoge a su amparo maternal.