En la mañana de este jueves, el Santo Padre Francisco recibió en audiencia a cinco mil participantes en el Encuentro Mundial de Jóvenes Consagrados y Consagradas, reunidos en Roma esta semana hasta el próximo sábado 19 de setiembre. El Encuentro, que se lleva a cabo en el marco del Año de la Vida Consagrada, tiene como tema “Despierten al mundo, Evangelio, profecía, esperanza”. Los jóvenes consagrados y consagradas concluirán esta experiencia formativa el sábado 19 de setiembre con una celebración eucarística en la Basílica de San Pedro.
“Sé que entre ustedes están presentes consagrados y consagradas de Iraq y de Siria”, con estas palabras el Papa comenzó su discurso, antes de responder a tres preguntas que le presentaron tres consagrados.
En efecto, el primer pensamiento del Papa fue a los mártires, “de Iraq y de Siria”. “Nuestros mártires de hoy” – aclaró el Papa – “Quizás ustedes conocen a tantos o algunos”.
El Pontífice relató que en días pasados en la Plaza un sacerdote iraquí le entregó una pequeña cruz, que había pertenecido al sacerdote que había sido degollado “por no renegar a Jesús”. “Esta cruz la llevo aquí” – dijo el Papa – “a la luz de estos testimonios de nuestros mártires de hoy que son más de los mártires de los primeros siglos y también de los mártires de su tierra iraquí y siria”.
El Papa expresó su deseo de comenzar el diálogo agradeciendo al Señor: “Que su Iglesia realice en su Cuerpo aquello que falta a la Pasión de Cristo aun hoy y pidiendo la gracia del pequeñísimo martirio cotidiano, de aquel martirio de todos los días en el servicio a Jesús y de nuestra vida consagrada”.
El Obispo de Roma respondió, en primer lugar, a la tercera pregunta de una joven, Sara, enviada por una monja de clausura. La joven explicó al Pontífice que los jóvenes consagrados de hoy pertenecen a una generación definida “líquida e inestable” y que aun después de haber finalizado la primera etapa formativa, también ellos experimentan una cierta inestabilidad en el propio itinerario, entonces, preguntó al Papa cómo se puede evitar caer en las mediocridades.
“Tu tocas un tema muy serio, es decir “la comodidad en la vida consagrada” dijo el Obispo de Roma. Y recordando las palabras de Santa Teresa sobre la observancia rígida y estructurada recalcó: ¡Es esto que quita la libertad! “El Señor nos llama a todos a un modo profético de la libertad, prosiguió, es decir la libertad que debe ser unida al testimonio y a la fidelidad”. “También la vida consagrada puede ser estéril, cuando no nos permite soñar”, afirmó. «Es lo que Santa Teresa llamaba almas concertadas» – prosiguió Francisco – y remarcó entonces que «si la observancia es rígida no es observancia sino egoísmo personal», y el camino para no convertirse en esto es “la apertura, el corazón abierto, el diálogo y también el diálogo comunitario”.
El Papa remarcó asimismo uno de los pecados de la vida comunitaria: la incapacidad del perdón entre los hermanos y las habladurías y dijo:
“Hablar mal del hermano es también terrorismo”.
Tocando el tema de la inestabilidad en la vida consagrada el Pontífice explicó que “son las tentaciones” que existirán siempre en el camino. Nosotros vivimos en un tiempo muy inestable, dijo, nosotros vivimos en una cultura de lo provisorio” que “ha entrado en la Iglesia, en las comunidades religiosas, en las familias”. Y refiriéndose a la cultura de lo definitivo, dijo: «¡Dios ha enviado a su Hijo para siempre!» No provisoriamente y para todos. “Y esto es un criterio de discernimiento espiritual».
Seguidamente, Francisco respondió a la segunda pregunta que le hizo una consagrada india, quien, hablando de evangelización, le preguntó cuál es la misión de los jóvenes consagrados en la Iglesia de hoy.
«Evangelizar no es lo mismo que hacer proselitismo», dijo el Papa, “no es solamente convencer: es testimoniar a Jesús”. Un testimonio que se hace “con tu carne, con tu vida”, precisó. Más allá de la preparación – explicó – “la capacidad de reconfortar los corazones no viene de los libros, ¡viene de tu corazón!”
Y tras agradecer el testimonio de las mujeres consagradas, dijo:
“Ustedes tienen estas ganas de ir adelante siempre en primera línea”, “porque ustedes son madres, tienen la maternidad de la Iglesia, que las hace cercanas”. “Es la maternidad de las consagradas. No pierdan esto por favor. Porque las religiosas son el ícono de la Iglesia y de la Madre María”.
Finalmente, la respuesta a un joven sirio de la ciudad de Alepo, quien, tras explicar que en estos días habían hecho memoria de la primera llamada del Señor, le pidió al Papa que compartiera con ellos la experiencia de su primera llamada del Señor.
El Papa le respondió con dos palabras claves: “cercanía, en manera profética y memoria». «Cercanía entre ustedes y con los demás». Cercanía a los problemas, a los verdaderos problemas”.
Y memoria: “memoria de la propia vocación”, dijo el Papa, en los momentos oscuros y de tentación, “volver a la fuente, hacer memoria y recordar el estupor que sentimos cuando el Señor nos miró”.
Francisco explicó que en los momentos difíciles lo ayudó tanto la memoria de aquel primer encuentro, “porque el Señor nos encuentra siempre definitivamente, el Señor no entra en la cultura de lo provisorio”.
Por esto, puntualizó el Papa, “cercanía a la gente, entre nosotros, profecía con nuestro testimonio, con el corazón que arde, con el celo apostólico que reconforta el corazón de los demás”. Y finalizó con dos palabras: “símbolo”: “una de las peores actitudes de un religioso, reflejarse en sí mismo, el narcisismo”. “Sí al contrario, prosiguió, a lo que quita el narcisismo, sí a la adoración”. (MCM-RV)