Saludo por el Dïa Internacional de las personas con Discapacidad

Con motivo de celebrarse el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, el 3 de diciembre, Monseñor Adolfo Uriona envió un especial saludo. A continuación, podrás leer el texto completo.

«Queridos hermanos:
El próximo 3 de diciembre celebraremos el Día Internacional de las Personas con Discapacidad y por ello quiero enviarles mi saludo y adhesión.

Yo pertenezco a la Congregación fundada por San Luis Orione quien, en la etapa de madurez de su vida (1924), se dedicó a las personas con discapacidad las cuales eran las más postergadas de entonces. Lo hizo a través de la fundación de lo que él llamó: “el Pequeño Cottolengo”, tomando el modelo y el nombre de este santo -San José Benito Cottolengo- quien fundara la “Piccola Casa” (1832) en la ciudad de Turín (Italia) para recoger a los más abandonados de la sociedad.

San Luis Orione se expresaba así:

“Los pequeños, los pobres, los ciegos, los ancianos, los afligidos, los huerfanitos, los enfermos son mi sueño, el canto de Dios que desde hace años me pasa por el alma, por la mente y gira a mi alrededor y me hiere el corazón y me hace vivir y morir de un fuego grandísimo y me hace exclamar: ¡oh amor de Jesús, oh amor dulce a los pequeños y a los pobres de Jesús: o amor o morir de amor!”.

Él comprendió que para entender el secreto del Reino de los Cielos no se necesitan muchos razonamientos, ni estudios, ni tiempos dedicados a la investigación. Hay personas que disfrutan las promesas que esconden las parábolas del Reino por el simple hecho de ser simples, abiertas, espontáneas y humildes.
Las personas con discapacidad tienen una natural predisposición a saberse necesitadas, a pedir ayuda, a recurrir a la supervisión de otro. Esta dependencia, que es fundamental en la vida espiritual dado que expresa nuestra condición de criaturas necesitadas del Padre Dios, da a la persona una disposición particular para vivir como hijo y a desear ser parte de una comunidad que la contenga con amor.

Ellas tienen la convicción, basada en la experiencia, de que solas no pueden a causa de los límites físicos y/o intelectuales. Esta percepción les abre mejor el corazón a la confianza, a la no resistencia y a adaptarse a la medida en que el otro le sale al encuentro de sus necesidades.

Creo que si hoy le hiciéramos la pregunta de los apóstoles a Jesús: ¿Quién es el más grande en el Reino de los cielos?, el Señor abrazaría con emoción a una persona con discapacidad y diría:

“Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos” (Cf Mt 18,1-3).
Las personas con discapacidad son un verdadero tesoro para esta sociedad, competitiva y despiadada, porque en ellas se puede comprender la Pedagogía del Dios Amor que cuida de los pobres y pequeños. No por nada el mismo Jesús ha querido identificarse con cada uno de ellos: “El que recibe a uno de estos pequeños en mi nombre, me recibe a mí mismo” (Mt 18,5).

El Año de la Misericordia, que comenzaremos el próximo 8 de diciembre, nos compromete a sensibilizarnos cada día más con estas personas que son un bálsamo de Dios en medio de la aridez de nuestra cultura deshumanizada.

¡Virgen Santísima, Madre de los pequeños, ruega por ellos y por nosotros!

+Adolfo A. Uriona fdp
Obispo de Villa de la Concepción del Río Cuarto

 

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