En la festividad del patrono del trabajo, Monseñor Adolfo Uriona pidió a Dios que bendiga con trabajo para todos. Llamó a colaborar con los otros, “partiendo y repartiendo nuestro pan”.
En la fiesta de San Cayetano, Monseñor Adolfo Uriona FDP, obispo de la Diócesis de Río Cuarto, llamó a tomar “conciencia e indignarnos contra la injusticia de que el pan y el trabajo no lleguen a todos y comprometiéndonos a colaborar con los otros, partiendo y repartiendo nuestro pan”.
Ante una multitudinaria convocatoria que se congregó en la parroquia San Cayetano, Uriona pidió a Dios que bendiga a la patria con trabajo para todos. “Los que tenemos fe en el Señor de la vida, sabemos que este buen deseo y esta lucha le hacen bien a nuestro corazón, lo ensanchan, lo sacan de sí mismo, lo hacen latir con felicidad” enfatizó.
En su homilía, el obispo de la Diócesis de Río Cuarto, llamó a la conversión para cambiar la actitud de “tirar cada uno para su propia quinta, olvidándonos de los otros; de atesorar de manera egoísta sólo para nosotros mismos”. “El que guarda sólo para sí, el que tiene un corazón cerrado y sólo piensa en sí mismo en definitiva termina frustrándose” señaló.
Texto completo…
«Queridos hermanos:
Como todos los años, estamos de nuevo hoy aquí, para tener nuestro encuentro con el Santo amigo de Jesús y de su pueblo. Un encuentro de cercanía, de agradecimiento, de petición… ¡tantas cosas que traemos en el corazón! Esta petición se inscribe en un año electoral, donde elegiremos las nuevas autoridades que gobernarán nuestro país. Pedimos: San Cayetano, bendice nuestra Patria y a nuestros futuros gobernantes, a fin de que podamos tener pan y trabajo para todos.
Con fe nos acercamos a pedir que, a través de la mediación de San Cayetano, el Señor nos conceda la bendición tan necesaria para una vida digna: pan y del trabajo para todos.
Que el Padre Dios nos dé el pan y el trabajo de cada día es una bendición. Tomar conciencia e indignarnos contra la injusticia de que el pan y el trabajo no lleguen a todos comprometiéndonos a colaborar con los otros, partiendo y repartiendo nuestro pan, eso también es una bendición
San Cayetano, te pedimos que bendigas a nuestra Patria con pan y trabajo para todos. Los que tenemos fe en el Señor de la vida sabemos que este buen deseo y esta lucha le hacen bien a nuestro corazón, lo ensanchan, lo sacan de sí mismo, lo hacen latir con felicidad.
La justicia es la que alegra el corazón: cuando hay para todos, cuando uno ve que hay igualdad, equidad, cuando cada uno tiene lo suyo. La injusticia en cambio lo ensombrece todo. Qué triste es cuando uno ve que en nuestra Argentina el alimento podría alcanzar perfectamente para todos y resulta que esto no se da. Como dice el himno del Congreso Eucarístico de Corrientes: “no es posible morirse de hambre en la patria bendita del pan”…
Para ello necesitamos convertirnos, es decir cambiar la actitud de “tirar cada uno para su propia quinta”, olvidándonos de los otros; de atesorar de manera egoísta sólo para nosotros mismos. El que guarda sólo para sí, el que tiene un corazón cerrado y sólo piensa en sí mismo en definitiva termina frustrándose. Le hará pensar, con realismo, que no se llevará nada cuando se muera. “La mortaja no tiene bolsillo”, dice un refrán popular. Además, desde la perspectiva de la enseñanza de Jesús en el Evangelio, “sólo nos llevamos lo que damos a los demás”, lo que compartimos con los otros: “tuve hambre y ustedes me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber…”
Como expresa la primera lectura, que el “santo temor del Señor” nos impulse a la confianza en Aquel que nos otorga sus beneficios, porque quien confía en el Señor no queda nunca defraudado. Por otra parte, este “temor del Señor” nos debe impulsar a comprometernos por el bien nuestros hermanos, en particular por los más necesitados.
Que San Cayetano nos transforme en personas que desean el bien; personas que rezan, luchan y trabajan a fin de que la bendición de Dios sea una realidad para todos los argentinos. De esta manera, como le ocurrió a nuestro santo, acumularemos “un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla”.
Se lo pedimos también a la Virgencita a fin de que Ella también bendiga a nuestra ciudad, a nuestra provincia, a nuestra patria con pan y trabajo para todos».